El 31 de marzo se conmemora el Día Mundial del Cáncer Colorrectal (CRR), un tumor maligno que se desarrolla en la última porción del tubo digestivo: el intestino grueso y que se produce como consecuencia de una compleja interacción de factores hereditarios y otros denominados ambientales que se relacionan con la alimentación y el estilo de vida.

Es el segundo cáncer más frecuente en la Argentina, representa el 12,6% del total de casos en ambos sexos, detrás del cáncer de mama (17,2%) y antes del de próstata (9,3%), de acuerdo a las cifras que maneja el Instituto Nacional del Cáncer, que depende del Ministerio de Salud de la Nación.

En esta fecha, la Facultad de Ciencias Médicas (FCM) de la UNL se encuentra trabajando en conjunto con el Instituto Provincial del Cáncer de la Provincia de Entre Ríos y la Agencia de Control de Cáncer de Santa Fe en un proyecto de extensión universitaria que tiene dos líneas de acción.

La primera consiste en generar herramientas virtuales de difusión para la prevención del cáncer colorrectal y la segunda la organización de estrategias sanitarias en terreno con participación de estudiantes en el primer nivel de atención.

Nicolás Fernández, docente de la FCM - UNL y Referente Provincial PNCCR (Programa Nacional de Prevención y Detección Temprana de Cáncer Colorrectal), sostiene que el cáncer colorrectal es uno de los tres tipos de cáncer que puede ser prevenible o detectable en estadios tempranos, junto con el cáncer de mama y el cáncer de cuello de útero.

“Sin embargo, sigue teniendo un alto impacto en la mortalidad de la población argentina. Por ello desde las instituciones, se propone modificar el paradigma de atención de los pacientes y trabajar en la prevención, esto implica que las personas se realicen ciertos tipos de estudios cuando no presentan síntomas, que es el momento en que la enfermedad puede estar en una etapa temprana”, manifiesta.

 

Diagnóstico

Según un relevamiento de la Sociedad Argentina de Coloproctología (SACP), las consultas y cirugías por cáncer colorrectal cayeron entre un 50% y un 72% entre marzo y agosto de 2020, respecto al mismo período de 2019. Por eso, y ante un escenario de reanudación de las actividades tendientes a la prevención y detección temprana del CCR, resulta fundamental la difusión de una campaña que contribuya a instalar este problema de salud en la agenda pública.

“El diagnóstico de esta enfermedad se hace a través de una colonoscopia. En este estudio, se mira por dentro del intestino a través de una cámara de video. Tiene la posibilidad de tomar biopsias o sacar lesiones que pueden convertirse en cáncer (Pólipos)”, explica el docente de FCM.

 

Prevención

Se puede prevenir el CRR teniendo en cuenta algunos factores que se han destacado como modificables. Por ejemplo, tener una alimentación equilibrada rica en fibras y baja en alimentos procesados. Realizar actividad física de forma regular y evitar la obesidad. Además de disminuir el consumo de alcohol y eliminar el hábito tabáquico.

Por otra parte, a partir de los 50 años se recomienda realizar estudios como el test de sangre oculta en materia fecal (anual) y/o colonoscopia, aunque no se presenten síntomas. Esto aumenta las chances de prevención y detección temprana.

“Puede diagnosticarse en edades más tempranas, pero no es lo más frecuente. Si bien tener uno o más familiares con historia de cáncer colorrectal aumenta el riesgo, habitualmente las personas no tienen ningún antecedente”, concluye Fernández.

 

El papel de la macrobiota en el CRR

Gabriel Vinderola, docente de la FIQ-UNL e investigador en el Instituto de Lactología Industrial INLAIN-UNL/Conicet destaca que una persona debería multiplicar por tres o cuatro -un verdadero desafío- la cantidad y variedad de frutas y verduras que consume.

“Tenemos un déficit en fibras. La macrobiota se alimenta de fibra”, dijo y continuó: “Nos hemos desviado a comer alimentos ricos en grasas, azúcares y bajos en fibras, esto provoca que la microbiota no pueda producir una sustancia que se llama ácido butílico, que es un potencial antiinflamatorio/anticancerígeno”.

Vinderola trae a consideración un estudio publicado recientemente por la revista Gastroenterology. Demostró el rol que tiene una bacteria llamada Streptococcus thermophilus, presente en todos los yogures y quesos frescos. Esta bacteria inhibe la tumorogénesis colorrectal mediante la secreción de una enzima denominada β-galactosidasa.

“Hicieron unos ensayos in vitro con ratones y observaron que la β-galactosidasa que es la enzima que usa Streptococcus thermophilus para poder digerir la lactosa, tiene actividad de inhibición en el inicio del tumor. Además, interfiere en el metabolismo de las células cancerígenas”, detalló el investigador.

Es posible que el trío cada vez más moderno de kéfir, kimchi y kombucha resulte familiar (o no), sin embargo, el experto en microbiología dice que los alimentos fermentados como estos pueden ayudar al hogar de la mayor parte de su sistema inmunológico: su intestino. “El reciente estudio lo que hace es explicar y demostrar los mecanismos del conocimiento ancestral que se tenía sobre las leches y los alimentos fermentados”, sostiene.