Las vacunas son uno de los grandes éxitos de la salud pública. No solo disminuyen la mortalidad, sino que previenen importantes secuelas por enfermedades.
Esto es fácilmente demostrable a través de los números. Tal como cita la Dra. Carla Vizzotti, ex directora de enfermedades inmunoprevenibles del Ministerio de Salud de la Nación en el diario Clarín del 29 de junio del corriente: no existen casos autóctonos de sarampión desde el año 2000 en Argentina, mientras que el último fallecido por esta causa se registró en el año 1998, en comparación con la cifra de 400.000 muertos por año a causa del  sarampión en el resto del mundo. 
El último caso de Poliomielitis en Argentina fue en el año 1984. 
La tos convulsa es una enfermedad altamente mortal en niños pequeños. Desde que se incorporó la vacuna en embarazadas en el año 2012 en Argentina, se redujeron en un 82% las muertes por tos convulsa.
¿Quién puede dudar que las vacunas son una herramienta importantísima para la salud pública?
En la Facultad de Ciencias Médicas  de la Universidad Nacional del Litoral llevamos varios años trabajando no solamente puertas adentro, si no en la comunidad a través de los proyectos de extensión, en la concientización de que cuando nos vacunamos no sólo nos protegemos a nosotros mismos, sino que realizamos una importante acción comunitaria de protección a aquellos individuos que no están inmunizados por diferentes razones: edad, inmunodeficiencias u otras enfermedades que contraindican o no garantizan respuestas a las vacunas recibidas.
Para ello nos planteamos como objetivos incorporar en las personas la idea central que las vacunas son un derecho y no sólo una obligación y trabajar en la responsabilidad social de cada uno de los individuos, ya que recibiendo vacunas protegemos nuestra salud individual y la de nuestra comunidad.
Sin dudas, como profesionales de la salud pública y como miembros de esta sociedad científica adherimos a lo publicado por Sociedad Argentina de Pediatría.